sábado, 17 de enero de 2015

Eres la noche esposa Yo soy el mediodía…

(Miguel Hernández)


Eres la noche cuando comienza y lo eres cuando termina.


No puede el sol conquistarme ni con su caricia en ese mediodía, ni temo la venida de la noche que tú misma eres…
Acaba de ver como acudes a tu tarea y ya cuento el tiempo para volver a abrir en canal la noche, porque solo así me acerco a la luz de tu sombra.


No sé como viene el tiempo que se acerca, no sé que habrá de todo ello cuando, ya libre del yugo de la carne, anhele tu noche.

No quiero consuelo si no estás, no quiero paz para mis días si me quedo condenado a encontrarte en ese lugar intermedio, donde yo no estoy, pero tú tampoco. Quiero tener tu fantasma mirándome sin descanso, hasta que descansar sea  el encuentro eterno.

Ahora permanece aquí a mi lado, no me robes tu mirada; deja que ella me inunde con la violencia de la tormenta que lo humedece todo. Posada ahí, sin intención de marchar, sin intención de acercarte aún más, soy capaz de de escaparme contigo a donde siempre quisimos sin que los signos externos perturben tanto inmortal momento.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Generosidad olvidada

Una de las miles de amigas de mi apreciada Chapi , una delicia de redactora a la que leo frecuentemente, dice que la cena familiar de Nochebuena es un lío del que liberarse, con tanta diligencia, que se ha planteado irse al Algarve con su pareja (un precioso viaje por lo que cuentan).

No cabe duda de que huir es la mejor técnica cuando algo requiere de tu atención y compromiso. Salir corriendo es lo más cómodo, lo menos doloroso, lo más rápido si has aprendido a pensar tanto en ti mismo que lo que pasa a tu alrededor es tan secundario que no merece la pena invertir tu tiempo en recuperar el diálogo y la armonía.

Claro que esto es así mientras la vida te sonríe. Es así mientras tu mente te recuerda que tu familia sigue ahí, que no ha desparecido para siempre, que estarán ahí cuando sea necesario, e incluso puede que fuese lo único que conservases ante cierto tipo de catástrofes. Da igual si tus padres han puesto esa ilusión que les permitía tener la esperanza de la vuelta de alguien lejano al que podrán ver de nuevo, o la compañía de quien a pesar de estar a su lado cada día no tiene ni un minuto que dedicarles durante todo el año. Es lo mismo si tu hermano viene de lejos para cenar esa noche y le gustaría abrazarte como hacía tiempo que no podía hacerlo, o acercarte a sus hijos (tus sobrinos) para que notes como han evolucionado o, en algún caso, cuánto te han echado de menos.
No merece la pena soportar que tu hermana desee llegar para presentarte a la que ha decidido que será su pareja, al menos en los próximos días, salvo que sea Brad Pitt, o Beyoncé.

En ese momento, los que deseamos que lleguen esos momentos familiares, también preferiríamos que tu vida sea siempre un cúmulo de éxitos y vida social tan apabullante que no tengas tiempo de echar de menos a nadie. Ya recibirás una llamada que te alerte sobre la inminente desaparición de alguno de ellos para que te lamentes por no haber pasado más tiempo con él/ella, haberle dicho más veces cuánto le querías, o haberte podido despedir. Será mucho peor si tu existencia se convierte en una pesadilla por cualquier razón que prefiero ni mencionar, en la que su cercanía se convierta para ti en una necesidad. Si por desgracia llegase ese momento espero que nadie huya de ti. Desearé que el mundo se revolucione en tu beneficio y a tu lado permanezcan los únicos que quedarán en ese momento: tu familia.

Pero claro: ¡no vas a sacrificar tu devenir por un hipotético caso!. Tienes muchos proyectos por emprender que no deben pararse ni un día, ni minuto, ni un segundo. Tu pareja no tiene la culpa de que tu gente sean un tanto raros, especiales o distintos, como prefieras llamarles.

Permíteme de todas formas que no siga tu ejemplo. Cuando llegan estas fechas la nostalgia me recuerda que en otros lugares del mundo hay personas que me quieren y a las que quiero. En estas fechas recuerdo a los que ya no están pero que me regalaron días de cercanía, diálogo, apoyo y diversión incluso. Estuve con ellos cuanto pude y nunca les olvidé. Estuvieron cuando los necesité, estuve cuando les hizo falta. Pero ahora hay otros cuya ilusión es, en parte, mi responsabilidad. Y no me refiero solo a los más pequeños. También hay otros a los que necesito encontrar y que sé que harán un esfuerzo por estar en Nochebuena. No voy a renunciar a ello ni mucho menos, aunque sepa que ciertas relaciones puedan necesitar de mediación, porque ninguno somos santos.

Te agradezco, amor mío, cuantas veces hiciste más grande tu amor en estas fechas por estar a mi lado. Nunca podré recompensarte suficientemente.

martes, 7 de octubre de 2008

Recordando

Ellos se van, no sabemos bien a donde (¿o sí?), pero permanecen, como un acto reflejo casi inconsciente de los que se quedan, en los objetos y gestos que nos lo recuerdan.


Por eso no me sorprende que siga existiendo la calle de María, el escritorio del abuelo, la maceta de María, el tren de Julián. Tampoco me sorprende verme conmovido al recordarlos, ni de sentir la angustia contenida de querer que los sentidos me los acerquen sin poder conseguirlo.


Me gusta más recordarlos sonriendo, trabajando en alguna tarea doméstica, hablándome con dulzura o deliberando juntos sobre el sentido último de la vida. Aunque quisiera darles la forma y la personalidad que me apeteciese, ellos viven en mi con vida propia. Puedo recordarlos reprobándome u opinando sobre una decisión más o menos acertada.


Es en esos momentos cuando comprendo que se han esfumado y deseo encontrar, para atesorar, sus veintiún gramos. El resto del tiempo me parece que fuesen a llamarme, que podré encontrármelos en la calle a la vuelta de cualquier esquina, o que si llamo a sus puertas me recibirán.


Me maravilla la fortaleza del ser humano para asumir algo que no entiende sin enloquecer. Así puedo explicarme cómo puedo abrir con el máximo respeto el escritorio del abuelo como si estuviese violando su intimidad, pasar por la calle de María, sintiendo el impulso de querer pararme a saludarla (aunque no lo hago evidentemente) o reparo su maceta rota con el máximo interés como si fuese a dársela cuando venga a casa.


Es una forma, puede que infantil, de tenerles a mi lado, de acercárselos a la gente que les quiere aunque ello solo suceda en mi interior.


Ha llegado el otoño a mi desván. Eso no me entristece ni me sume en la melancolía. Solo es que es tiempo de recuerdos...


martes, 26 de agosto de 2008

Culpabilidad (y II)

¡Qué fatalidad! No hubiese supuesto jamás que un acontecimiento de terribles consecuencias, vendría a “ilustrar” una entrada de este diario.

Cuando escribí lo anterior procuré medir cada palabra, porque entendía que se trataba de un asunto delicado, de difícil comprensión; había que pasar la experiencia para descifrar el mensaje (íntimo mensaje como apuntó uno de mis anónimos lectores). Finalmente encontré la redacción muy adecuada y justo en la línea que deseaba a pesar de que alguno de mis lectores quedó desconcertado con su lectura.

Pero hoy (y debo decir que he dudado mucho en decidirme por redactar esto) me encuentro que una noticia cuyo efecto ha conmocionado, al menos, al mundo informado, viene a situar a uno de sus personajes en la situación que describí.

Desconozco los entresijos de la toma de decisiones en la aviación civil, pero hay una persona que hoy se sentirá (a poco que su sensibilidad esté en un determinado umbral) como describía en mi anterior escrito. Hay un individuo que erró en su decisión y arrastrará su pesar sin consuelo, deambulará de una idea a otra, ahora que la atrocidad de las consecuencias le haya permitido, quizá, cesar de “achicar balones” y asumir su realidad: se equivocó y los efectos fueron funestos.

Seas quién seas quiero solidarizarme contigo especialmente. Hoy nadie está de tu lado. Las autoridades quieren pulverizarte (la resolución de este asunto pone en juego muchos votos), tus compañeros, de momento te encubren, no sé si haciéndote un favor o para no encontrarse en tu misma tesitura, los allegados de las víctimas te despellejarían si no permitimos al tiempo curar su herida, y tus únicos redentores no podrán sanar tu profundo malestar, al menos por el momento. De nada servirán las miles de veces que acertaste. No tendrá ninguna validez una trayectoria de preocupaciones y profesionalidad en beneficio de la seguridad de las naves. Es más trágico aún porque puede que tú ya hayas asumido que ningún acertijo sobre “lo que hubiera pasado” te libera de esa presión en el corazón ni del desasosiego de quien soporta el peso de la culpabilidad, esa de la que nada ni nadie puede liberarte. Tenemos además una pesada maquinaria legal la cual, salvo que las investigaciones se pierdan en la incompetencia de los investigadores y acaben perdidas en el limbo de lo inexacto, caerá sobre ti sin ninguna piedad, aunque tú ya estés viviendo íntimamente tu propia culpa.

Así que apóyate sobre mi. Sube a mi desván y acomódate como puedas. No voy a hablar de nada de lo que tú no quieras; permaneceré en silencio en señal evidente de que te comprendo. Me da igual si eso me sitúa en la comprometida postura del responsable de una tragedia que nunca debió darse, pero que no fuiste capaz de evitar por muy noble que fuese tu intención.

Siéntate aquí entonces y toma de cuanto hay en mi desván. Yo viviré como se fraguan los golpes que todos desean para ti y si puedo trataré de, al menos, retrasar su llegada. Si la historia ha dejado indemnes a unos cuantos culpables, deseo que ocurra algo que pueda hacerlo contigo.

domingo, 13 de julio de 2008

Culpabilidad


Ser culpable, cuando lo eres sin atenuantes, cuando no puedes esconderte porque lo eres, es, con diferencia, la más dolorosa manera de aparecer ante el mundo.


Entonces buscas explicaciones, tratas de paliar el mal causado haciéndolo menor con razones que tú mismo entiendes como huecas. Parece que reduciéndolas eres menos responsable de haber fallado.


Entonces entiendes que no hay serenidad para un culpable, y empiezas a entender a quienes, tras haber cometido una atrocidad, esconden su rostro en un intento de que se lo trague la tierra. Y aunque no es mi caso, percibo que el final de esa preocupación solo parecer tener fin en el paso del tiempo.


La sociedad te señala por no haber sido lo que debías haber sido, por no haber tenido la capacidad que esperaba de ti, y tienes el presentimiento de que ninguna de tus explicaciones tienen valor alguno, aunque quienes deben recibirlas tengan las generosidad de ni siquiera protestar, como comprendiendo cuando ha debido caer tu talento para mantenerte en pie. Ahora no sabes que es peor. Te gustaría huir pero no lo haces, porque nadie puede huir de si mismo. Que tú conozcas tu propia realidad es algo irremediable.


Menos mal que cuento con este innato sentido de lo positivo, y lo que es mejor, con el AMOR en mayúsculas, ese que respeta tu silencio porque sabe que es necesario dejarlo estar, pero que no se aleja por si de repente la debilidad fuese tan intensa que te hiciese desfallecer. Más tarde cuando el desasosiego ha pasado a tensa calma, sus ojos clavados en ti constatando que no ha sido el fin, que sigues vivo, que hay más asuntos que atender, es cuando analizas con algo de lejanía en busca de una luz que parecía haber muerto definitivamente.


Siempre el Amor como catalizador, siempre el Amor sin edades, ni tiempo. Ahora ya sé que pasó, ahora veo con claridad, ahora sé qué tengo que decir y a quien. Puede que no sea definitivo, pero es el principio del futuro. Puede que aún deba hacer más correcciones, pero las ideas me fluyen con más agilidad.


De soslayo me detengo a pensar que ocurriría si fuese el mismo amor a quien perdiera por mi torpe proceder....


No te alejes amor. Si es posible, solo si lo es no me gustaría bailar nada más que contigo....

sábado, 24 de mayo de 2008

La única que....

Y entonces se apodera de tí la palabra y explicas lo especial y distinta que es, lo diferente y singular de su forma de ser, lo que llena tu vida y lo infeliz que serías si no siguiese a tu lado.


Enloqueces, vives y creces a su lado, evolucionas con su cercanía, te importa, sufres si sufres y en su presencia nada más toma valor.


Pasas la vida pensando en ella (o casi toda, para que no se note mi tendencia a la exageración) y le hablas de ella a todo aquel que te escucha con atención. Las más de las veces no te cercioras de que el otro parece escucharte de lejos y comentas sin cesar. Ella es la única que me dice...., ella es la única que me hace..., ella es la única que entiende...., ella es la única que sabe lo que yo...... y así hasta la saciedad.


Solo callas en presencia de aquellos a quien sabes que les importa muy poco lo que quieres contarles, pero si quien tienes cerca es de los que se interesan por tí, les abrumas con las mil sensaciones que ella te aporta.


Y es que ella realmente es la única, y después todo lo demás.


Lo mejor de esta forma de vivir es que te es indiferente lo que otros digan, y esta es tu única defensa para los momentos en que el sol se pone en tu vida, y no vuelve a amanecer.


Porque hay que decir que esto es muy impopular, muy insano dicen otros. Si quieres vivirla cada minuto (¡sin agobiar, por dios, que la amas!), siempre que ella se preste, eres un aburrido, un idiota, un sieso. Lo que se estila es el crecimiento personal, y para ello un mes de apasionamiento, y después la vida independiente, no sea que perdamos la autonomía, o que se empobrezca tu vida emocional. Esta no crecerá si no haces vida social sin ella y casi programada (este mes no he salido con mis amigos ¡cachis!)


Resulta difícil creer que el amor te impulsa a reconocerla, encontrar y admitir sus cambios, incluso encontrar con ella (gracias al amor, sin duda) nuevos caminos en todo lo que os une.


Una vez hice un comentario en la bitácora de Amanda en el que explicaba lo que me producían sus besos y todo lo que creía posible a través de sus besos, pero ello fue motivo de risa, porque nadie podía entender que junto a ella me sienta capaz de cualquier cosa en cualquier campo.


Para ser sincero, no me aflige. Ellas es la única que sabe de lo que hablo, es la única que lo comprende porque lo vive.


“Ande yo caliente y ríase la gente”

martes, 6 de mayo de 2008

Fidelidad: la gran cuestión

Os traigo una reflexión en repuesta a una entrada de mi querida Chapi

Es una muchacha estupenda que trata los temas de las relaciones personales con agudeza a veces, con particular visión otras,y entretenida en las más. Solo hay que ver cuanta gente sigue su bitácora. Ahí va.


"¿Por qué cuando queremos bordear un tema espinoso, que nos compromete, que nos obliga a tomar partido (ejercer la libertad en definitiva), lo reducimos a su forma lingüística de expresarlo?


Es como si hacerlo así le restase importancia y nos hiciéramos más inmunes a sus efectos. Debo convenir con Chapi en que denominar cuernos a la infidelidad, más aún cuando se aplica al engañado, es mínimamente soez, pero esto no deja de ser una mera anécdota.


Lo realmente importante es la exculpación de la mentira en cualquiera de su formas, es decir, es igual de falso decir algo irreal, que contarlo tendenciosamente o incompleto, que ocultarlo. Tratar de explicar lo inexplicable ocultándolo en la incapacidad producida por el alcohol para decidir u otras cuestiones igual de “válidas”, solo esconde una tendencia interna, una predisposición que no reconocemos para evitar encontrarnos de frente con lo que nos exige respecto de la persona con la que sellamos un pacto tácito de fidelidad.


Lo realmente importante es que con la infidelidad (en cualquiera de sus formas) negamos un derecho: el de la persona a la que ofrecimos nuestra fidelidad a decidir si quiere seguir a nuestro lado después de saber de nuestro quebranto de la fidelidad, y de lo que es peor aún: de la confianza. Y esta sí que no se reestablece nunca. ¿Puede alguien creer en quien, diciendo que te ama con locura, no siente ningún reparo en reunirse con otra persona de una manera en la que había decidido estar solo contigo?


Apelar a la intimidad de cada uno para esconder lo que, si somos justos, debemos entender como un asunto de la incumbencia de quien decimos amar, en base a nuestro compromiso, es una falacia. El ensalzamiento de la intimidad como parcela cuyo quebranto atenta contra nuestro derecho constitucional, debería ser sometido a revisión para liberarlo de los complejos de jóven democracia. Un día elegiste compartir tu intimidad y fueron también tácitos los límites compartidos, debemos ponernos de acuerdo en que en lo sexual no existen esas posibles reservas. Y ello no implica necesariamente ningún involucionismo. Fue una decisión libre.


No cabe tampoco recurrir a la influencia educacional como un yugo del que liberarse para justificar el engaño. ¿Hay alguna decisión en nuestra vida que no esté sujeta a esta cuestión?


Otro asunto es esta cultura de conseguir todo sin esfuerzo que nos arrastra hasta en lo íntimo, es decir, puede resultar más cómodo un encuentro fortuito, posiblemente vacio, que trabajar esa misma pasión con la persona que te acompaña. Requiere esfuerzo, persistencia, cariño, imaginación, y eso, claro está es mucho más cansado, ¡donde va a parar!


Y aún hay un último asunto. ¿Por qué debemos creer a quien te ha engañado diciendo que aquello fue un desliz sin más trascendencia (solo sexo dicen algunos)? Nos mintió haciédonos sentir los seres más distintos del mundo. Nos está mintiendo ahora también, o no. Pero esa da igual. Tú no estabas allí para valorarlo, así que no tienes ninguna obligación de creerte lo que dicen una persona con tal falta de honradez.


Si me ocurre yo ya sé que significa. Más allá de lo que sus palabras digan...."