sábado, 17 de enero de 2015

Eres la noche esposa Yo soy el mediodía…

(Miguel Hernández)


Eres la noche cuando comienza y lo eres cuando termina.


No puede el sol conquistarme ni con su caricia en ese mediodía, ni temo la venida de la noche que tú misma eres…
Acaba de ver como acudes a tu tarea y ya cuento el tiempo para volver a abrir en canal la noche, porque solo así me acerco a la luz de tu sombra.


No sé como viene el tiempo que se acerca, no sé que habrá de todo ello cuando, ya libre del yugo de la carne, anhele tu noche.

No quiero consuelo si no estás, no quiero paz para mis días si me quedo condenado a encontrarte en ese lugar intermedio, donde yo no estoy, pero tú tampoco. Quiero tener tu fantasma mirándome sin descanso, hasta que descansar sea  el encuentro eterno.

Ahora permanece aquí a mi lado, no me robes tu mirada; deja que ella me inunde con la violencia de la tormenta que lo humedece todo. Posada ahí, sin intención de marchar, sin intención de acercarte aún más, soy capaz de de escaparme contigo a donde siempre quisimos sin que los signos externos perturben tanto inmortal momento.

No te asustes si no te beso, no te asustes si me evaporo cuando tú lo hagas; el amor que te tengo me somete hasta la esperanza eterna, hasta el fuego fundente en un futuro infinito.

Ahí enfrente tendida solo quiero tomar tu mano; desde ella puedo llegar a tu vientre, a la par que se me escapa tu corazón soñador por libre, alegre por amante, sereno por digno, vivo por ilusionado. Más allá hay nada, o mejor, no me interesa nada que haya más allá.

Luego la soledad para errar como amante nómada, ciego de luz sin tu noche; eso debe ser la nada, esa  que transcurre entra el amanecer y el regreso de la oscuridad.

Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía…

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