Eres la noche cuando comienza y
lo eres cuando termina.
No puede el sol conquistarme ni
con su caricia en ese mediodía, ni temo la venida de la noche que tú misma eres…
Acaba de ver como acudes a tu
tarea y ya cuento el tiempo para volver a abrir en canal la noche, porque solo
así me acerco a la luz de tu sombra.
No sé como viene el tiempo que se
acerca, no sé que habrá de todo ello cuando, ya libre del yugo de la carne,
anhele tu noche.
No quiero consuelo si no estás,
no quiero paz para mis días si me quedo condenado a encontrarte en ese lugar intermedio,
donde yo no estoy, pero tú tampoco. Quiero tener tu fantasma mirándome sin
descanso, hasta que descansar sea el
encuentro eterno.
Ahora permanece aquí a mi lado,
no me robes tu mirada; deja que ella me inunde con la violencia de la tormenta
que lo humedece todo. Posada ahí, sin intención de marchar, sin intención de
acercarte aún más, soy capaz de de escaparme contigo a donde siempre quisimos
sin que los signos externos perturben tanto inmortal momento.
No te asustes si no te beso, no
te asustes si me evaporo cuando tú lo hagas; el amor que te tengo me somete
hasta la esperanza eterna, hasta el fuego fundente en un futuro infinito.
Ahí enfrente tendida solo quiero
tomar tu mano; desde ella puedo llegar a tu vientre, a la par que se me escapa
tu corazón soñador por libre, alegre por amante, sereno por digno, vivo por ilusionado.
Más allá hay nada, o mejor, no me interesa nada que haya más allá.
Luego la soledad para errar como
amante nómada, ciego de luz sin tu noche; eso debe ser la nada, esa que transcurre entra el amanecer y el regreso
de la oscuridad.
Eres la noche esposa
Yo soy el mediodía…
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