domingo, 14 de diciembre de 2008

Generosidad olvidada

Una de las miles de amigas de mi apreciada Chapi , una delicia de redactora a la que leo frecuentemente, dice que la cena familiar de Nochebuena es un lío del que liberarse, con tanta diligencia, que se ha planteado irse al Algarve con su pareja (un precioso viaje por lo que cuentan).

No cabe duda de que huir es la mejor técnica cuando algo requiere de tu atención y compromiso. Salir corriendo es lo más cómodo, lo menos doloroso, lo más rápido si has aprendido a pensar tanto en ti mismo que lo que pasa a tu alrededor es tan secundario que no merece la pena invertir tu tiempo en recuperar el diálogo y la armonía.

Claro que esto es así mientras la vida te sonríe. Es así mientras tu mente te recuerda que tu familia sigue ahí, que no ha desparecido para siempre, que estarán ahí cuando sea necesario, e incluso puede que fuese lo único que conservases ante cierto tipo de catástrofes. Da igual si tus padres han puesto esa ilusión que les permitía tener la esperanza de la vuelta de alguien lejano al que podrán ver de nuevo, o la compañía de quien a pesar de estar a su lado cada día no tiene ni un minuto que dedicarles durante todo el año. Es lo mismo si tu hermano viene de lejos para cenar esa noche y le gustaría abrazarte como hacía tiempo que no podía hacerlo, o acercarte a sus hijos (tus sobrinos) para que notes como han evolucionado o, en algún caso, cuánto te han echado de menos.
No merece la pena soportar que tu hermana desee llegar para presentarte a la que ha decidido que será su pareja, al menos en los próximos días, salvo que sea Brad Pitt, o Beyoncé.

En ese momento, los que deseamos que lleguen esos momentos familiares, también preferiríamos que tu vida sea siempre un cúmulo de éxitos y vida social tan apabullante que no tengas tiempo de echar de menos a nadie. Ya recibirás una llamada que te alerte sobre la inminente desaparición de alguno de ellos para que te lamentes por no haber pasado más tiempo con él/ella, haberle dicho más veces cuánto le querías, o haberte podido despedir. Será mucho peor si tu existencia se convierte en una pesadilla por cualquier razón que prefiero ni mencionar, en la que su cercanía se convierta para ti en una necesidad. Si por desgracia llegase ese momento espero que nadie huya de ti. Desearé que el mundo se revolucione en tu beneficio y a tu lado permanezcan los únicos que quedarán en ese momento: tu familia.

Pero claro: ¡no vas a sacrificar tu devenir por un hipotético caso!. Tienes muchos proyectos por emprender que no deben pararse ni un día, ni minuto, ni un segundo. Tu pareja no tiene la culpa de que tu gente sean un tanto raros, especiales o distintos, como prefieras llamarles.

Permíteme de todas formas que no siga tu ejemplo. Cuando llegan estas fechas la nostalgia me recuerda que en otros lugares del mundo hay personas que me quieren y a las que quiero. En estas fechas recuerdo a los que ya no están pero que me regalaron días de cercanía, diálogo, apoyo y diversión incluso. Estuve con ellos cuanto pude y nunca les olvidé. Estuvieron cuando los necesité, estuve cuando les hizo falta. Pero ahora hay otros cuya ilusión es, en parte, mi responsabilidad. Y no me refiero solo a los más pequeños. También hay otros a los que necesito encontrar y que sé que harán un esfuerzo por estar en Nochebuena. No voy a renunciar a ello ni mucho menos, aunque sepa que ciertas relaciones puedan necesitar de mediación, porque ninguno somos santos.

Te agradezco, amor mío, cuantas veces hiciste más grande tu amor en estas fechas por estar a mi lado. Nunca podré recompensarte suficientemente.

1 comentario:

Igrein dijo...

Volví... y me apena que tu ya no estés... pasaré de vez en cuando por si me sorprendes y puedo leer de nuevo tu escritos...

Un beso...