lunes, 22 de octubre de 2007

“Prefiero la lealtad a la fidelidad: quererla y respetarla, atenderla y entenderla, cuidar de ella”. Rosa Montero EPS 21/10/2006


Me resulta un juego de palabras más que un pensamiento hilado por la reflexión, o lo que es peor una idea que por incongruente se camufla en un texto de brillante redacción (como casi todo lo poco que he leído de ella), cuya motivación inicial es muy interesante, pero que se extiende por vericuetos de complicado desemboque. En el mismo texto, unas líneas después habla de una “infidelidad intrascendente y discreta” atribuyéndola “poderes curativos” para recuperar una pareja en crisis.


A mi me parece chirriante usar el adjetivo “intrascendente” junto al nombre “infidelidad”. Me lo parece porque son incompatibles. Ser no fiel es faltar a la fe que otro deposita sobre uno y, añado yo, depositante el cual, no podría jamás imaginar tal desvarío de su depositario. Una infidelidad por tanto no es nada intrascendente; más bien es el momento en que todo infiel traspasa la barrera del respeto y entra en el absurdo mundo de las sinrazones para explicar lo inexplicable. Esa finísima frontera, tan invisible como fácilmente permeable, atentan directamente contra la generosidad de quien cree, casi de forma ciega en quien supone la persona más importante de la vida. Una vez superada tal barrera, podéis contarme lo que os parezca del desleal. Mi querida Amanda escribió todo un tratado describiendo con auténtica ironía la ridícula situación de tales individuos. Ella es es una erudita en tal materia, os lo aseguro.


Por eso no sé como cuadrar la intención de respetar, atender o cuidar a tu pareja cuando eres el auténtico artífice de su cárcel invisible... hasta ser descubierto, claro, porque “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. Yo propongo hablarlo con tu pareja, intentar salir de la rutina si tanto te molesta ( hay quien vive mucho mejor instalado en ciertas rutinas) y si aún así no te resulta posible encontrar una salida, sé valiente: como escribí en otra ocasión, no tienes ningún derecho a decidir sobre la vida presente y futura de nadie por muy pareja tuya que sea. Revelar la verdad te pondrá en un situación incómoda e inexplicable (no pretendas que tu pareja se crea que la amas a pesar de todo), pero es lo único justo que te queda por hacer, al menos por lo que tuviste alguna vez (si alguna vez tuviste algo)


Todo lo demás es emplear eufemismos para denominar una situación de inconfundible dibujo. El adúltero a mi me deja indiferente. Es el engañado la víctima que me mueve a escribir una y otra vez sobre ello.


Otro asunto es el que propone Rosa sobre la conveniencia o no de prestar atención a estos asuntos cuando hablamos de hombres de estado. Podemos estar o no de acuerdo en que se atienda a su vida privada, pero cuando se trata de una persona que guía los destinos de un país, este tipo de asuntos pueden ponernos sobre la pista de su personalidad. Si le resulta fácil mentir a la persona que se supone que más quiere, ¿qué garantía tenemos de que no lo haga con los ciudadanos, seres anónimos, sin más trascendencia que la del voto que depositan cada 4 años?


Siempre me deja un sabor amargo hablar de los desleales (¿qué diferencia hay entre lealtad y fidelidad?). Por eso subo a mi desván en vuestra busca cuando me atormentan estos pensamientos. Contároslo y leeros me ayuda.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Judas o Pedro

Debo decir en mi beneficio que ver pasar por mi vida gente que no permanece, no se me hace un plato de buen gusto. Si además he rebasado ciertos límites, es doloroso y deja secuelas.


Con ello no afirmo que no haya encontrado gente con un grado continuidad tal que pueda decir de ellos que son mis amigos. En realidad, me siento tan afortunado de no tener que vivir en un continuo tránsito, que me gustaría saber la fórmula para que cada persona que alimenta mis esperanzas lo viviera al menos con la intensidad que lo percibo yo. Ya lo decía la canción: “la vida no vale nada / si no es para perecer / porque otros puedan tener / lo que uno disfruta y ama”


Sin embargo, el fracaso (porque siempre es un fracaso observar el alejamiento de quien sentías cercano) siempre trae implícita, al menos, la reflexión. Esta es la mía hoy.


Un profeta allá por el año uno tenía trazado un destino cruel (algunos creen que con sentido). Moriría crucificado por aquellos que le vieron nacer. Llegado el momento supo que uno de sus doce “amigos” le traicionaría y sería el desencadenante de su detención y martirio (Judas era su nombre). Otros once estarían a su lado; uno de ellos (Pedro) incluso heredaría su sabiduría, supuestamente, para repartirla por el mundo. EL profeta supo también que éste último le negaría tres veces al son del canto de un gallo....


Es una historia que todos conocemos, pero hoy me pregunto cual de los dos engaños me dañaría más, y aunque me cuesta trabajo encontrar un claro candidato, prefiero a Judas. Éste urdía su plan de hacía tiempo y era el único que se permitía criticar al profeta en su presencia. Su traición era una evidencia que solo esperaba materializarse...


Pedro me parecía más vil. ¡Quién podría suponer que sería capaz de negar su amistad con el reo! ¡La de veces que le había hecho creer que era la persona más importante de su vida!. Ni siquiera su llanto posterior me conmueve. Había tenido el gesto más aborrecible del mundo.


Pero yo tengo mucha más suerte que todo eso. Hoy, a mi lado, permanece el amor que intuí hace mucho tiempo y se ha hecho real y vivo como nunca. Hay algún teléfono que se descolgaría para mi a cualquier hora si intuyese que estoy en peligro de muerte. Así que pueden venir a mi cuantos “pedros” quieran. Pueden escribir y hablar sin parar con la intención de dañarme. Su daño dura lo que tardo en recuperar mi evidente fortuna, o mejor dicho, mi buena fortuna.


Tengo que disculparme por mi arrogancia. La necesitaba para recordarme a mi mismo que, ciertos episodios de mi vida en los cuales algunos han pretendido sacarme de mi inocente creencia, son solo episodios. Me es complicado calificar de amigo a alguien. Mis amigos, como dice la canción, “son gente cumplidora que acuden cuando saben que yo espero. Si les roza la muerte disimulan, que para ellos la amistad es lo primero” Y, francamente, algo así es difícil callar, da igual si parece infantil. Y si entre ellos, el mejor de todos es quien comparte la vida contigo, entonces debería llevarlo escrito en la frente continuamente como el mejor de los estigmas.


No me voy a disculpar por haber sido cursi. A veces me ataca esta postura en la soledad de mi desván.

sábado, 13 de octubre de 2007

Volver a empezar

Estoy en plena metamorfosis.


Vengo en franca huida. Siempre creí que el personal del mundo de las letras eran generosos, pacientes, indolentes en la crítica y serenos en la respuesta, pero una vez mas me equivoco.


He pasado un tiempo viviendo en una bitácora que me extrajo, en ocasiones, hondos pensamientos y vivencias personales que derramé sobre ella con la absoluta comodidad de sentirme como en casa. Nunca me importó que su propietario (porque aunque escribíamos todos, él era el dueño que decidía cuanto en ella ocurría) tuviera en su mano el poder de aniquilar lo producido, fuese esto un comentario, o fuese la nueva entrada de cualquiera de nosotros.


Pero el poder erotiza a quien lo ostenta de tal manera, que la tentación de borrar aquello que resulta incomodo, diferente, no alineado con la linea de pensamiento del poderoso, es algo de irresistible esencia, así que la primera vez puede no tardar en llegar (ya ha ocurrido). Las demás serán solo cuestión de tiempo. Además, como dijo mi querida Amanda en su bitácora, siempre queda la opción de borrar sin más, es decir, mi bitácora es mía y hago con ella lo que me place, lo cual es más rotundo y frontal aunque no menos cruel.


Así que me traslado de forma urgente (con el diseño por ajustar y los detalles por pulir) aunque deseando comenzar esta aventura con mil historias que me rondan en el corazón y se me dibujan en la mente.


Debo decir que no hago de menos cuanto viví en aquel diario, pero no me arrepiento de lo que escribí ni de lo que hice en un momento puntual (y que quedó reflejado en fotos y entradas muy emocionantes), así que si me “desparezco” de allí por arte de magia, reproduciré las entradas en este nuevo sitio, al menos las más importantes.


Pero ya no puedo seguir allí. Sería vivir “ciego, tonto y sordo” como me pidió en su momento una de las comentaristas de aquellos escritos, pero eso no estuvo en mi línea de pensamiento nunca; no esto dispuesto a que sea así ahora. Tampoco espero una segunda parte. Como dije antes es cuestión de tiempo que vuelva a desaparecer un comentario o una entrada. Para entonces no quiero estar allí, ni que mi connivencia sea cómplice por omisión de una actitud cuando menos inexplicable, por carente de precedentes.


Así mismo, lamento profundamente el trastorno que produce a quienes leéis lo que escribo desde el silencio. Espero que no me perdáis la pista, aunque no pueda comunicároslo personalmente a cada uno.


Reconozco que este gesto me hace vulnerable, muy vulnerable, pero como dice el refrán no ofende quien quiere sino quien puede, así que afronto mi nueva etapa sin miedo, con ilusión y pleno de sensaciones.


Subid a mi desván. No soy mago. Solo estoy yo; yo y mi vivencia.


Bienvenidos