“Prefiero la lealtad a la fidelidad: quererla y respetarla, atenderla y entenderla, cuidar de ella”. Rosa Montero EPS 21/10/2006
Me resulta un juego de palabras más que un pensamiento hilado por la reflexión, o lo que es peor una idea que por incongruente se camufla en un texto de brillante redacción (como casi todo lo poco que he leído de ella), cuya motivación inicial es muy interesante, pero que se extiende por vericuetos de complicado desemboque. En el mismo texto, unas líneas después habla de una “infidelidad intrascendente y discreta” atribuyéndola “poderes curativos” para recuperar una pareja en crisis.
A mi me parece chirriante usar el adjetivo “intrascendente” junto al nombre “infidelidad”. Me lo parece porque son incompatibles. Ser no fiel es faltar a la fe que otro deposita sobre uno y, añado yo, depositante el cual, no podría jamás imaginar tal desvarío de su depositario. Una infidelidad por tanto no es nada intrascendente; más bien es el momento en que todo infiel traspasa la barrera del respeto y entra en el absurdo mundo de las sinrazones para explicar lo inexplicable. Esa finísima frontera, tan invisible como fácilmente permeable, atentan directamente contra la generosidad de quien cree, casi de forma ciega en quien supone la persona más importante de la vida. Una vez superada tal barrera, podéis contarme lo que os parezca del desleal. Mi querida Amanda escribió todo un tratado describiendo con auténtica ironía la ridícula situación de tales individuos. Ella es es una erudita en tal materia, os lo aseguro.
Por eso no sé como cuadrar la intención de respetar, atender o cuidar a tu pareja cuando eres el auténtico artífice de su cárcel invisible... hasta ser descubierto, claro, porque “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. Yo propongo hablarlo con tu pareja, intentar salir de la rutina si tanto te molesta ( hay quien vive mucho mejor instalado en ciertas rutinas) y si aún así no te resulta posible encontrar una salida, sé valiente: como escribí en otra ocasión, no tienes ningún derecho a decidir sobre la vida presente y futura de nadie por muy pareja tuya que sea. Revelar la verdad te pondrá en un situación incómoda e inexplicable (no pretendas que tu pareja se crea que la amas a pesar de todo), pero es lo único justo que te queda por hacer, al menos por lo que tuviste alguna vez (si alguna vez tuviste algo)
Todo lo demás es emplear eufemismos para denominar una situación de inconfundible dibujo. El adúltero a mi me deja indiferente. Es el engañado la víctima que me mueve a escribir una y otra vez sobre ello.
Otro asunto es el que propone Rosa sobre la conveniencia o no de prestar atención a estos asuntos cuando hablamos de hombres de estado. Podemos estar o no de acuerdo en que se atienda a su vida privada, pero cuando se trata de una persona que guía los destinos de un país, este tipo de asuntos pueden ponernos sobre la pista de su personalidad. Si le resulta fácil mentir a la persona que se supone que más quiere, ¿qué garantía tenemos de que no lo haga con los ciudadanos, seres anónimos, sin más trascendencia que la del voto que depositan cada 4 años?
Siempre me deja un sabor amargo hablar de los desleales (¿qué diferencia hay entre lealtad y fidelidad?). Por eso subo a mi desván en vuestra busca cuando me atormentan estos pensamientos. Contároslo y leeros me ayuda.