sábado, 23 de febrero de 2008

Adoro tu sueño




Es de noche.


Escucho al meteorólogo decir que lloverá cada minuto de los próximos días y, sin embargo, yo solo veo una noche de cielo estrellado como aquellas que tantas veces vivimos alguna vez. Si te imagino, te me alzas majestuosa, sencilla, misteriosa, imposible, inigualable.


Sé que estás ahí, muy cerca, tanto que solo tendría que extender mi brazo y envolverte. Y lo haría, una vez y otra más, y otra, y otra,... Deseo hacerlo con una presión sobre mi pecho de difícil contención. Pero no lo haré. No ahora que puedo enternecerme con tu imagen mientras duermes; no ahora que puede temblar de emoción, la que me provoca ser consciente de que hoy también estás aquí, igual que ayer y que antes de ayer, pero entregada como expresando: “hoy me quedo. Mañana ya veré”.


Y eso me devuelve la esperanza y la ilusión. Al amanecer tendré una nueva oportunidad para conquistarte, tendré una nueva ocasión, esa que vengo viviendo desde hace muchos años, pero que necesito recuperar al despertar, justo cuando mi nariz se hunde en tu pecho y tu piel me recuerda cuánto te amo.


He aprendido a apreciar cada minuto junto a ti como si no existiese el futuro, como si no fuese real lo que vivo, como si fuese a despertarme entendiendo que te has esfumado, y eso me trae hasta este punto de pasión que ni tú ni yo nos creemos después de tanto tiempo.


Lamento cada minuto que perdí en tareas vacías. Sé que no volverán, por eso hoy no quiero perderme en teorías acerca del amor que nada tiene que ver con lo que siento.


No te despertaré. Andaré de puntillas alrededor (que es como se viven los mejores sueños). Ya tendremos un minuto en que nos encontremos vivos, enloquecidos, chispeantes.


Ahora sueña, Amapola de mi vigilia. Sueña mientras te vivo serena, alejada de lo que te duele. Sueña mientras te adoro abandonada a tus curvas, tu sonrisa, tus labios, tu mirada sostenida (dormida también ahora). Sueña y que tus sueños no te alejen demasiado, y si lo hacen te me devuelvan cuando el sol nos aceche de nuevo.


Lo dije una vez e insisto escribiéndolo ahora: no me olvido de que soy rana, esa que un día convertiste en pirata con tu beso, y ese sueño, bien vale el respeto del tuyo.

viernes, 1 de febrero de 2008

Carta abierta a su profe de matemáticas

Muy Sr. mío:


Entiendo la dificultad que entraña la impartición de una materia tan difícil y a la vez curiosa como las matemáticas que, por otro lado merecería una entrada específica en mi cuaderno quizá en un futuro.


No obstante, ello no debería ser un incentivo para divagar sobre filosofía política delante de un grupo de niños venidos a más (que es lo que es un niño en la adolescencia), cuya formación y desarrollo está en pleno proceso.


Quiero aclarar que alabo esa circunstancia en la que usted, o cualquier otra persona, pueden expresarse con absoluta libertad sobre sus anhelos sociales, económicos, políticos, o sexuales. Estará siempre en mi intención el esfuerzo para que eso ocurra sea quien fuese el orador y por muy bárbaro que me parezca lo que expone.


Aún así no me negará que, tratándose de niños, un profesor, un maestro, un educador o como quiera usted llamarlo, tiene un ascendiente que lo sitúa en la linea de la influencia solapada, esa que convierte en verdades las mentiras a fuerza de repetirlas.


No soy economista, no soy sociólogo, ni político. Expreso libremente lo que pienso en presencia de los más pequeños, pero mis afirmaciones no tienen el poder categórico de las suyas: es muy probable que yo no sea tan admirable para ellos al expresarlas. Al fin y al cabo, yo soy quien se enfrenta a ellos cuando hay que delimitar el camino a seguir. Soy yo como padre, quien debe racionalizar el uso de la tecnología o encontrar un equilibrio entre las prácticas saludables para la mente y para el cuerpo, y eso me hace menos fascinante. Encima siempre hay alguien a mano para contradecirme


Así que espero de su supuesta ecuanimidad por la posición que le ha tocado, que ofrezca la posibilidad de que otros acerquen a sus pupilos, de forma simultánea a la suya, la cara B, esa otra parte de la moneda que usted y yo sabemos que existe, pero que oculta, acaso deliberadamente, tratando (aunque sea de forma inconsciente) de “llevarse el gato al agua” en un terreno abonado a la perfección para ello. Es el proceder de los fundamentalistas de los que, sin conocerle, creo saber su opinión.


Además las matemáticas son tan mágicas (y nunca mejor dicho), que estoy seguro de que aún le quedan muchos más recursos para incentivar en ellos el interés por su poder teórico y práctico (no hay asignatura que se parezca más a un juego de mesa invernal)


Se lo propongo sin ninguna acritud. Puede que el rechazo que le produzca inicialmente este texto, sea un revulsivo para la reflexión. Aunque no soy un buen ejemplo, me ofrezco para prestarle mi mayeútica compañía, por si entre los dos podemos acercarnos aún más a la interpretación completa de la realidad que nos rodea. Redundaría en beneficio de ellos, que son, al fin y al cabo lo realmente importante.


Un “guarísmico” saludo.